En un panorama donde prevalece la violencia y el maltrato de cualquier índole todo comienza a tornarse un tanto peligroso y hasta aterrador. En los hogares venezolanos se encuentran historias de violencia de género a toda hora y en diferentes lugares. La felicidad ya no es un concepto que permanece en sus vidas.
El día de hoy, traemos un caso de violencia física y psicológica. Vanessa Rojas vive aterrorizada por las constantes amenazas de su expareja, quien le comenta que viene del Ejército de Liberación Nacional (ELN) de Colombia y alega que la va a torturar como lo hacía con su antigua esposa. Esta es una historia relatada por el abogado Francisco Quintero, especialista en Seguridad Ciudadana.
Un miércoles 19 de mayo ocurriría uno de los hechos más fuertes e inolvidables para la víctima.
«Eran como las 7 p.m., yo estaba en mi casa –alquilada por el momento- y llegó mi expareja Ricardo. Tenía una actitud demasiado violenta, solo me gritaba: ‘ábreme la puerta, ábreme la puerta o juro que morirás’. Decidí no abrirle, entonces agarró como una especie de cabilla que estaba afuera y partió los vidrios de la ventana. Con la misma cabilla forzó la cerradura hasta que consiguió abrirla. El miedo jugó en mi contra, no sabía qué hacer…», comentó la agredida.
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Vanessa nunca se imaginó que dicho día sería uno de los peores, incluso llegó a temer por su vida.
«No paraba de temblar. En ese momento salí corriendo a llamar a los vecinos para que me auxiliaran. Ricardo agarró el teléfono y lo partió hasta hacerlo trizas. Lo único que se me ocurrió en ese instante fue escapar y correr hasta alguna de las casas de mis vecinos, pero él es más rápido que yo. Me persiguió hasta alcanzarme. Me jaló el cabello y me arrastró a mi casa, como si fuera un animal. Temía por mi vida, me sentía entre la espada y la pared. Un momento de vida o muerte», agregó la fémina de 32 años.
Por si fuera poco, el maltrato no acabaría allí. El agresor no terminaría hasta alcanzar su objetivo: matarla.
«Me dio una cachetada y con los dedos me hizo durísimo por la cara. De hecho, me causó hematomas. Antes de llegar a la casa me lanzó contra la pared y tiró varios bloques de arcillas, uno de estos impactó sobre mi brazo izquierdo y produjo una cortadura de seis centímetros de longitud. Seguía arrastrándome por el piso, luego me metió a la casa y cerró la puerta. Terminé en la cocina e intentó agarrar un cuchillo para matarme. Gracias a Dios llegaron los vecinos, lo agarraron y le gritaron que me dejara tranquila. Recuerdo que lo que más decían era que tenía que respetarme porque yo era mujer y que aceptara que ya no quiero nada con él», concluyó Rojas.
Debido a la intervención oportuna de los vecinos de su comunidad, la situación no llegó a mayores. El agresor salió de la casa y desistió de su plan vil e inhumano. Ricardo Tovar y Vanessa Rojas tenían una relación de tres años. Al principio, como nos argumenta la mujer venezolana, todo era color de rosa. Sin embargo, la historia tendría un cambio rotundo. Se convertiría en una relación desecha por la mentira y el odio.
Prófugo de la justicia
Los recepcionistas del caso afirmaron que se halla un cúmulo de delitos. Principalmente, prevalece la violencia física y una posible violación. A su vez, se encuentran intentos de homicidio a grado de frustración con amenaza de tortura. Ciertos elementos son suficientes para una privativa de libertad, puesto que el agresor ya posee un antecedente por un delito similar: asesinato y tortura.
Asimismo, los especialistas le indicaron que la víctima debe tomar previsiones para asegurar su vida. Por ende, lo ideal es que permanezca en una casa de abrigo o que abandone el hogar hasta conseguir la estabilidad y seguridad física.
El agresor fue puesto a la orden del Fiscal del Ministerio Público. Al sol de hoy, se encuentra desaparecido y prófugo. Esto prolonga la flagrancia hasta su captura. Tendría 15 a 20 años de prisión de ser hallado culpable. Familiares y allegados a la fémina esperan que se haga justicia ante este caso y que el exguerrillero sea capturado lo antes posible.
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